Érase una vez un Rey Loco… que no comenzó siéndolo, en realidad comenzó como cualquier bebé, bueno, no tanto, porque era Luis II de Baviera (Alemania). Su madre, María de Prusia, le instruyó desde chico a que solo se comunicara con personas de su misma jerarquía, así que solo hablaba con su hermano Othon. Ella pasaba muy poco tiempo con sus hijos, tanto que Luis II se refería a ella como “mi mujer progenitora”.  Entonces, él excéntrico rey se mandó construir “su paraíso en la Tierra”, este castillo que ahora es el más visitado de este país, aunque murió antes de verlo terminado. Su familia conspiró con los políticos bávaros para que lo declararan loco, pues los gastos de la construcción del castillo eran excesivos. Y, en condiciones extrañas, murió ahogado a los tres días de haberlo llevado preso al castillo de Berg.