Están en Ávila, España, y fueron hechos por el pueblo vetón en la Edad de Hierro, unos siglos antes de Cristo. Además, aquí se firmó el Tratado de los Toros de Guisando, en 1468, entre Enrique IV de Castilla y su hermana Isabel (más tarde conocida como Isabel la Católica), reconociéndola en ese momento como Princesa de Asturias y heredera al trono.
Por cierto, Miguel de Cervantes cita a los toros en repetidas ocasiones en Don Quijote de la Mancha.
